Ya desde pequeña siempre había sido su obsesión. Arrojarse al vacío.
No se podía quejar, tenía de todo lo que necesitaba, pero esa fuerza, tan atrayente la consumía. Veía tan sólidos a sus semejantes y tan seguros, que llegaba a sentirse culpable por no saber porqué existía, ni cual era su fin. Cada vez el impulso era mayor. Resultaba insoportable.
No pudiendo ya aguantar mas, aquella mañana primaveral, con el sol en lo mas alto, dio el paso decisivo, sin retorno...
Y cayó la manzana sobre la cabeza de Newton.
Vengo a leerte una y otra vez ...increible el final de este relato me hace sonreir...besos mi cariño para ti siempre...besos
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