PRECAUCION: LETRAS

PRECAUCION: LETRAS
la combinación de dos o mas letras, puede tener significado

sábado, 27 de febrero de 2010

RETRATO

El cero, la nada, el loco. No tiene número. Tampoco dientes, se le han desgastado de tanto roer huesos duros. Ahora se alimenta de besos y sonrisas. Sin las cadenas de la norma y la rutina. En su colina, en su cueva. No huye. ¿A qué puede temer quien ha perdido el miedo a la muerte? ¿Quien se atreverá a encadenarle relojes de pulsera? No quiere volar, para no hacer sombra. Anda despacito no vaya a despertar a quien desea seguir soñando. O que se despierte la bella durmiente. Ruge únicamente los jueves al mediodía, en lo profundo de la cueva, donde sabe que nadie le oye. Así ningún donnadie se asusta. Una noche la línea se cerró sobre sí misma cansada de perseguir utopías y horizontes. Quedó atrapado. No hay lugar a donde ir que él no esté. Su centro, el hueco en que se baña, es donde nacen las aves... y los gusanos de luz azul. Conoció la rueda... y la pinchó (fue casi sin querer). Siglos después los científicos a esa explosión la bautizaron Big Bang; mas la carcajada que le produjo el estruendo dicen que aún se puede oir... al final del silencio... un poquito a la izquierda, justo donde amarillea el tiempo.

jueves, 18 de febrero de 2010

LAS TRES ROCAS

- Pero Maica, ¿y no le has dicho nada a Ko?

- Mercedes, yo ¡que sabía que Kobayashi había trabajado diseñando jardines zen!. La contesté un tanto airada.

- Si quieres, te doy su número de su teléfono y le llamas. Un día me mostró fotos de jardines creados por él... y la verdad, me parece un lujo tenerlo en mi clase de Tai Chi. Tengo entendido que con él trabajan dos sobrinos suyos... continuaba Mercedes, cuando la corté...

- Bien, vale, le llamaré para que me presente un proyecto, pero tendrá que darse prisa, pues a finales del mes que viene queremos comenzar.

Yo era la Directora de compras de la sede en España de una gran multinacional, y habíamos previsto realizar un jardín en el hueco central en forma de U de nuestra sede en Madrid.

El sr. Kobayashi, muy amablemente agradeció mi atención al invitarle a ofertarnos un proyecto, y quedó en pasar a la mañana siguiente por mi despacho. Desde la cristalera del mismo, a eso de las nueve, comprobó la extensión del terreno. Mas exótico resulto ver a Ko tumbado sobre la tierra, en diferentes sitios de la zona a ajardinar, mirando al cielo. Mas tarde, sentado durante largo rato en postura de loto, con las piernas cruzadas y los ojos cerrados. Debo reconocer que los comentarios que circularon por los distintos departamentos y despachos cuya vista daba al jardín, fueron la salsa del día.

El proyecto de Ko resultó ganador, por lo que él y sus sobrinos, estuvieron varios días entre césped, guijarros, tierra... animando lo que hasta entonces había sido una zona central muerta. La sorpresa fue cuando el último día colocaron tres enormes rocas en un ángulo del jardín. Transmitía el conjunto, delicadeza y fuerza a un mismo tiempo.

La Entidad iba cada día mejor. Los accionistas encantados por las subidas en su cotización bursátil. Pero sobre todo estaba el éxito en nuestra sucursal de Madrid. La relación humana había mejorado.

En la cena anual que por Navidad realizábamos los de Tai Chi, pudimos conversar Mercedes y yo con Ko acerca de los jardines. Sus ideas me maravillaron y me ayudaron a entender su obra.

En primavera el Director General para España fue ascendido y trasladado a N.Y. trayendo en su lugar a un joven de Alemania, que llegó con la intención de modificar muchas cosas en la empresa. Tantos cambios realizó, que ni las tres rocas se salvaron de ser movidas a otro rincón del jardín: “me molesta verlas tan cerca de mi despacho”. Al poco la Firma comenzó a declinar. Las ventas descendieron. Nuestra filial cada vez mas en declive. Las relaciones laborales se enrarecían por días.

Llevaba mas de dos meses sin poder acudir ni un día a Tai Chi, cuando una noche Mercedes me llamó:

- Maica... ¿ocurre algo?. Hace mucho que te echamos de menos... me dijo preocupada.

- Lo siento, Mercedes, últimamente no van bien las cosas por la Empresa... y no dispongo ni de un momento. Gracias por acordaros, dales un abrazo a todos.

Recuerdo el viernes siguiente. El director general había sido reclamado urgentemente en N.Y. y mi secretaria me anunció que Ko esperaba que le recibiera. Le hice pasar y nada mas saludarlo miró por la ventana hacia el jardín y llevándose las manos a la cabeza gritó:

- ¡Oh no!... ¿Porqué mover rocas? preguntó inquieto.

- Gustos del nuevo jefe... le respondí con cierta indiferencia.

- Yo... necesitar venir mañana, urgentemente, con sobrinos... ¿puedo?... ¿puedo?

El sábado, volvieron a dejar las rocas en su anterior ubicación, pero esta vez un cordón rojo unía el grupo entrelazándolas. Al marchar Ko, aún sudoroso pasó por mi despacho advirtiéndome:

- No mover mas rocas. Rocas son pilares de Empresa en Madrid.

- ¡Ah! y no soltar cordón hasta el miércoles, me recriminó, luego ya poder, ¿si?

No quería decirle que sí porque, tal vez, cuando volviera el Director acabarían... ¡a saber dónde!. Pero era tal la cara de preocupación que Ko me mostraba, que acabé asintiendo con la cabeza.

Ni el lunes, ni el martes, ni el miércoles volvió el Director. Pero en estos días la Empresa dio un vuelco. Las ventas se multiplicaron. Proyectos millonarios que nos habían sido rechazados en días anteriores, nos fueron aceptados. Un nuevo aire circulaba por la Entidad y se veía reflejado en los rostros mas sonrientes de los compañeros.

El miércoles a primera hora, una llamada del Consejo en EE.UU. me informaba que yo pasaba a ser la nueva Directora General para España, y que el viernes me aguardaban expectantes en N.Y. para felicitarme personalmente.

Cuando aquella tarde se fueron todos contentos del trabajo, esperé hasta quedarme sola. Salí al jardín y solté el cordón que ataba las piedras, y como si de algo sagrado se tratara, lo guardé en el cajón central de mi mesa para recordar siempre el día de hoy... y confiar en los lazos que nos unen con el universo.





lunes, 15 de febrero de 2010

VA DE HUEVOS

El pasado viernes, tal como habíamos quedado acudieron a casa Marta y Maya para hacer unas magdalenas. Según lo previsto, Marta trajo el aceite, la harina, la levadura y el azúcar; Maya puso los huevos de su padre (perdón de las gallinas de su padre), y yo, el horno de la vieja cocina de leña... y una paella de verduras.

Comenzamos a oficiar (nunca había entendido lo correcto de este término) lo que sería una auténtica danza de misturas: música, colores, texturas y sabores, todo ello fluyendo bajo el aleteo de los ángeles de la improvisación e imaginación, y al amor de esas brasas celestiales que obrarían el milagro de transformar unos productos terrenos en algo celestial.


Como sobraron unos huevos, Maya me los regaló. Le había indicado que para mí el mejor manjar son un par de auténticos huevos fritos para desayunar. Ella me mostró uno en especial, que había reservado al preparar las magdalenas, indicándome: éste más grande y tan alargado es el primero de una gallina americana. Pruébalo y verás.

Hoy, domingo, ya me he despertado con la ilusión del desayuno. Un par de auténticos huevos fritos con dos magricas y una vasito de Rioja.

Generoso chorro de aceite de oliva, la temperatura a punto... y el par de huevos. Al partirlos ya se nota la dureza de su cáscara, y al pasarlos a la sartén... su clara, como mimosa mano que sujetara en su cima ese sol del atardecer...

He comenzado por el de la americana. ¡Dios mío! ¡qué delicia!. Inmediatamente he entrado en comunión con mis ancestros, sentado junto a mi abuelo. Este era nuestro desayuno. Sin tenedor. El huevo debe desparramarse libremente por el plato sólo recogido con sumo mimo por el pan. Una conjunción de pasado y presente, de tierra y cielo. Hasta tal punto es celestial, que si S. Pedro no me espera con un plato como este... no entraré, pues no se tratará del cielo. La picota sangre de las tierras del rio Oja y el café posterior, acompañado de una de las magdalenas del viernes, hicieron el resto.

Miro el calendario. Es catorce de febrero. Familia, hijos, amigos, Marta, Maya... y todo lo que existe... Feliz día.


HAY HISTORIAS QUE YA ESTAN ESCRITAS... en otros planos (II)

Ayer, abrí mi e-mail, Cris una amiga, me decía:

Iosu, al leer tu escrito del día nueve en el blog, una sacudida recorrió mi espalda, máxime sabiendo como sabes que no creo en la casualidad. Te adjunto el texto que encontré dentro de un periódico, al parecer olvidado, sobre una silla del Maloka de Somorrostro, el viernes siete. Ya me dirás... Besos.


Y yo... me pregunto... ¿qué le puedo contestar?... Este es el escrito:


TORMENTAS

Nadie lo esperaba, cuando esa tarde comenzó a llover. Eligió aquella cafetería, para esperar que pasara lo peor de la tormenta. Sobre la mesa había dejado su carpeta con los exámenes de los alumnos. Estaba en duda entre aprovechar para corregir alguno o... dejarse llevar por esa sensación de abandono que, algunos días, la lluvia le inducía. Optó por lo segundo. Al rato abrió su libreta de apuntes y comenzó a escribir.

Cuando se dio cuenta, habían pasado mas de dos horas y entre sus manos latía una historia. Casi como si se la hubieran dictado. Recogía algunos acontecimientos de su vida hacía veintitantos años. Fueron los años en que conoció a Ana y su hija Leyre de apenas dos añitos. Ana acababa de salir de un matrimonio... infernal.

Por las páginas corrieron historias, anécdotas, alegrías y tristezas. Ana, al poco de comenzar a vivir juntos los tres, en aras de su promoción laboral fue delegando cada día más las funciones de padre y madre en él. Su trabajo de profesor de filosofía se lo permitía. Diez años mas tarde Ana le dejó. Había surgido otro amor. Partió hacia Argentina llevándose con ella a Leyre, con sus trece otoños. Acabó la última frase, “...y Leyre abrazándolo a la salida del colegio le dijo aquellas palabras que siempre le acompañaron: Juan, pase lo que pase, tú siempre serás mi padre”. Se sorprendió enormemente emocionado al volver a leerlo. Siempre había creído que su dolor, aún no del todo superado, había sido producto del abandono de Ana, pero al releer el final algo se le había quedado agarrado a las entrañas. Tuvo que levantar levemente las gafas y con el pulgar y el corazón enjugarse unas incipientes lágrimas.

Alzó la vista, como tomando referencias para aterrizar nuevamente en la realidad. Casi vacío el local, solo se fijó en una mesita en la penumbra del rincón opuesto. Una joven con la que cruzó su mirada. Tímido, bajó los ojos, cuando ella esbozo una tierna sonrisa, de complicidad por haber observado sus lágrimas anteriores.

Un instante después, tenía ante él a esa joven que, de pie vaso en mano, le solicitaba señalando la silla...

¿Puedo?...
¿Por qué? … respondió él arqueando las cejas
Es que hay días en que necesitamos compartir la carga que el corazón almacena...

A partir de aquí las confidencias comenzaron a aflorar, lenta y serenamente. Como miel que gotea de una cucharilla. Y las de uno animaban a las de la otra... y viceversa, como una espiral de ternura que fuera cerrando el mundo en torno a ellos. Hacía rato ya que sus manos estaban unidas. El hervor de las médulas iluminaba sus rostros. Fuera el ocaso, rojizo ahora, daba a Madrid un esplendor regio que animó a su primer beso.

Ella le comentó que había estudiado psicología y que mañana tenía que incorporarse en Barcelona al trabajo de su vida... un gran proyecto para el que había sido elegida. Acto seguido, agachando la vista, le confió:


- Esta tarde haciendo la maleta, me he despedido de todo. Durante los tres últimos años ejercí la prostitución, con el nombre de Débora, para pagarme los estudios y l a vida. Al ver esos vestidos colgados sentí que algo tenía que hacer. Decidí salir, esta tarde, y buscar al hombre que, sabedor de esta etapa de mi vida, estuviera dispuesto a borrar en mí esos años... Al ver como firmabas el escrito, he sentido que tu eras ese hombre.

Alzando la vista, mirándole dulce y fijamente a los ojos, aún continuó:

...de todas formas, asumiré el que no desees nada conmigo... me iré... pero creo que hoy solo tu amor puede borrarme esos años. Tu decides.

Nunca tanta ternura y delicadeza se había congregado en una habitación de hotel. Abrazos, caricias y besos inundaron el espacio. Ella lloraba fuertemente abrazada a él. Juan navegaba entre nubes y mares que nunca soñó existieran. Solo al final, mientras se hundía en ese sopor que lo iba raptando inexorablemente... recordó de pronto... un triangulito... apenas tres pecas, tras la oreja derecha de ella...

Sin saber el tiempo transcurrido, de pronto... dio un salto, como disparado por un resorte. Se despertó y súbito recordó esas tres pecas... tras la oreja de Leyre.

Al girar su cabeza comprobó que allí no había nadie más. Estaba solo. Entre asustado y confuso recorrió la habitación y el baño. Parecía que todo hubiera sido un sueño... pero aquél aroma persistía. Sentado desnudo al borde de la cama, cabizbajo, se prometió a sí mismo que jamás indagaría si había sido cierto lo ocurrido, o tan solo un sueño...
Cerrando los ojos echó atrás su cabeza y aspiró profundamente.

martes, 9 de febrero de 2010

HAY HISTORIAS QUE NECESITAN DEL TIEMPO PARA ESCRIBIRSE


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Hay historias que necesitan del tiempo para escribirse. Son esas que se crean solas. Nosotros únicamente las vemos crecer.
Fue hace mucho tiempo, si es que el tiempo puede ser mucho, cuando llegaron como nuevos vecinos D y Suso. Ella aportaba a la pareja, L, única hija de su anterior relación.
Al tiempo mi pareja y yo nos separamos y vendimos nuestra segunda residencia, por lo que los encuentros con Suso y D fueron cada vez mas distanciados. Una noche, cenando con ellos, me comentaron su situación. D por motivos de trabajo, hacía tiempo tenía su residencia de lunes a viernes en Madrid, y los fines de semana, que podía, venía al pueblo. Mientras, era Suso quien ejercía de padre y madre de L. No dejó de resultarme la situación un tanto “extraña”.
Pasada más de una década, una noche recibo una llamada nocturna de D. Tras las preguntas familiares de rigor. Comprobé que persistía su situación, a caballo entre dos ciudades. Mayor fue mi asombro al conocer el motivo de su llamada:
-Es que… verás…desearía que me echaras las cartas… me apremió
Mi cerebro rápidamente recordó la vez en que se las eché. Fue al final de una cena y a tenor de una controversia sobre el azar y el caos. Pero esta noche, algo me parecía ocultarse detrás de esa petición, por lo que me arriesgué a inquirir:
-¿Qué es lo que deseas oír?
Tras un largo silencio, me comentó que hace un tiempo existía otro hombre en su vida… etc… etc… Ante esto sólo pude comprobar que yo era una excusa para enfrentarse a un hecho consumado.
A los días Suso me llamó destrozado. Su mundo se venía abajo. Lo que sentí que más le dañaba, era que tras trece años de paternidad absoluta con L, se encontraba ahora con que no podía verla. D se negaba en redondo a ello. Con lágrimas en los ojos me comentó, me repitió las palabras que L le dijo a la despedida de su último encuentro:
- Suso, pase lo que pase, tú siempre serás mi padre.
Esta escena ha permanecido clavada en mi corazón durante años. Ha sido motivo de mi encarnizada lucha, en cualquier foro, contra la injusticia de algunas situaciones “legales” que marginan injustamente sentimientos humanos.
En el girar de los círculos wu wei, de nuevo el azar, hizo que me encontrara la semana pasada en una biblioteca lejana con Suso. Sin tiempo casi, intercambiamos números y premuras. Me anticipó su nueva situación: estaba enamorado, había conocido una mujer N, alemana, me ensoñó una foto, y ese día se iba a Alemania a pasar las fiestas con ella. Quedamos en vernos nada mas regresara.
Ayer, a su vuelta, nos juntamos en un bar de su barrio para comer. Rápidamente volvimos a vibrar. “Como decíamos ayer…”. Le siento feliz. Me reconoce que ahora camina a dos palmos sobre el suelo.
En el nostálgico repaso al pasado, surge L… y es entonces cuando me dice:
-Pues eso, sólo faltaba ahora el correo… se corta ante mi gesto de asombro.
-Si… ¿no te hable del e-mail en la biblioteca? Me preguntó levantando las cejas desproporcionadamente.
-No, no se nada, le contesté con cara de bobo.
Entonces, con lentitud, saca del bolsillo del corazón un folio doblado en cuatro, que me pasa.
ASUNTO: Mensaje en una botella
Remitente: L……@...... y tras un vuelco en el corazón comienzo a leer el texto:
Perdona que me dirija a ti. Busco a un J P mas como este nombre y apellido es muy frecuente, me he visto obligada a acudir a todos los encontrados…
Recuerdo… (y ahí comienza una cascada de referencias de ternura, cariño y afecto compartido… que humedeciendo mis ojos imposibilita seguir leyendo)
Alzo la vista y veo a Suso con sus lágrimas bañando el vino que se acercaba a los labios.
Anocheciendo, ya en su casa, le participo:
-Aquella frase: “Suso, pase lo que pase, tú siempre serás mi padre” se me quedó prendida como abrojo en el corazón… y hoy, por fin, sé que podré desprenderme de ella. Ya tiene final la historia que reclamaba… y hasta hoy no había podido ser.

miércoles, 3 de febrero de 2010

PALABRAS


Hoy me pesa en el recuerdo

un rosario de miradas

cómplices, por un instante,

de mil soles tras sus ventanas.


Nacidas de repente...

en una espera... un tren... una barra...

y que por temor a abrasarse

sólo se llevaron del fuego

el rescoldo de unas brasas...

apagadas.


Gestos tímidamente guardados

antes de nacer.

Sentires que estremecen,

tratando de florecer en palabras,

se ahogan en la garganta.


Y así nos llega la Parca

con ese gesto reprimido

y en sus ojos... esas miradas

para arrastrarnos por un río,

de instantes que no vuelven,

de todas las palabras...

impronunciadas.