PRECAUCION: LETRAS

PRECAUCION: LETRAS
la combinación de dos o mas letras, puede tener significado

martes, 7 de abril de 2009

EL ABRIGO DE ALPACA

Matilde ya no podía más. Eran las once de la mañana y aún continuaba en la cama. Si, era su aniversario y no tenía que acudir al trabajo, pero nunca desde hacía muchos años le habían pillado esas horas sin estar peleando con la vida. También era cierto, que desde que la dejó Sara hace dos semanas, no se había sentido tan baja en su moral y tan dolida en su autoestima. No encontraba razón para vivir desde entonces. Si, aquella relación hacia meses que se venía marchitando… pero, tal vez porque ella se estaba acercando a los cuarenta, trató de retrasar lo que sabía inevitable. Por eso era mayor su dolor. ¡Cuarenta años¡… Y en vez de girar otra vez sobre la almohada y seguir auto compadeciéndose, esta vez, dio un salto y se dijo:
-Mati, ya vale. Basta de compadecerte, de lamerte las heridas… ¡Ale! ¡A la calle!
Ducha rápida, un trago del brik de frutas tropicales…y sin más dilación se introdujo en la vorágine del pueblo. Esta vez, en vez de ir, parecía ser llevada. Le agradó la sensación. Desde esa especie de distante serenidad, repentinamente sintióse aterrizando en el mercadillo de los jueves. Le agradaba el ambiente de los mercados. Lo mismo le sucedía con aquellas estaciones de tren de su infancia. Pero los mercados callejeros, eran un lujo que había perdido por culpa de su horario de trabajo. Así que se dispuso a disfrutar de aquel primaveral inicio de invierno.
Qué diferente son las cosas vistas desde una cierta distancia emocional. Llamó su atención los puestos de venta, en que la ropa en enormes montones era escarbada por grandes corros de mujeres, cacareando grititos de entusiasmo y comentarios a la amiga alejada, mientras tiraban de mangas o perneras. En uno de ellos, sintió unas tremendas ganas de zambullirse. De dejar de sentirse observadora y contagiarse por aquel caos y frenesí.
En plena borrachera de los sentidos, el del tacto le hizo percibir algo suave, diferente, entre sus dedos. Un abrigo, color crema, era la causa. El forro oscuro y sedoso parecía querer escapar cuando lo cogió. En la etiqueta se fijó que ponía alpaca… y un tanto aturdida todavía, se lo probó. No pesaba nada, y más que abrigar, que lo hacía, sintió que la abrazaba cálidamente como una amante. Sin pensárselo dos veces le dijo a la gitanilla que regentaba el tenderete:
-¿Cuánto?
-Cinco euros - le respondió sin casi mirarla- como todo.
Le dio el billete justo, metió el abrigo en una bolsa y… contenta como cuando siendo niña recibía ese regalo que tanto añoraba… se dirigió a celebrarlo a la cafetería del casino.
Al anochecer había quedado con sus amigos para tomar algo en la tasca de los pinchos, antes de ir al cine. Ella estaba allí la primera con su abrigo de alpaca. Todos, según fueron llegando, le significaron el abrigo. Algunos incluso antes de felicitarla por su cumpleaños. Vamos, que el abrigo tuvo un éxito apoteósico… y ella al final les confió:
-¿Pues sabéis cuanto me ha costado?...
-¿No me digas? Parece imposible.
Todas ellas se lo fueron probando. Alababan su ligereza, suavidad y calor.
Ante la extrañeza del precio tan barato, para su calidad, fue cuando Leonardo comentó entre risas con la cerveza en la mano:
-¿A ver si es que era de una mujer que lo había dejado allí, mientras ella se probaba otra prenda?
-Ja, ja, ja, rieron todos la ocurrencia.
-Solo hubiera faltado que en un bolsillo tuviera la cartera con 300 euros y la Visa.
-Para completar el regalo de cumpleaños… ja ja ja.
Mati, esa noche al volver a casa no se acordaba de la película. Toda ella había estado dando vueltas a lo comentado por Leo. Pues lo que no les había dicho era que, al regresar a casa al mediodía y probárselo delante del espejo, había descubierto en un pequeño bolsillo interior que casi pasaba desapercibido un CD con funda de plástico. Al sacarlo había visto que una nota manuscrita envolvía la copia de música de Eva Cassidy. La nota decía:
“Mi querida Bea, sabes que no podemos continuar. Nunca te he negado mis sentimientos hacia Marta y ahora que ella por fín me acepta, no puedo engañaros ni a vosotras, ni a mi misma. Con todo mi corazón te deseo seas muy feliz. Te lo mereces.
Andrea.”
Durante semanas no se atrevió a salir con el abrigo. Mira que, ¿si Leo tuviera razón? se decía. Hasta que después de escuchar día tras día aquella música de Eva y releer en su cabeza aquella nota, aprendida ya de memoria, un clic saltó en su interior.
Desde entonces los jueves cambia el turno de mañana con otra compañera y acude todos ellos al mercadillo, bien arreglada con su abrigo de alpaca. Sonriente con la cabeza alta esperando que Bea la aborde pidiéndole el abrigo, a lo que ella estará dispuesta a cambio de compartirlo. Al pensarlo, una sonrisa maliciosilla surca entonces su rostro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario