PRECAUCION: LETRAS

PRECAUCION: LETRAS
la combinación de dos o mas letras, puede tener significado

lunes, 14 de diciembre de 2009

EL TIEMPO Y LA PALABRA


Cuando la noche es mas negra y amarga,
cuando vagando espectral busco mi alma,
Cuando el corazón añora y se desgarra,
recuerdo tu llegada mientras nacaraba.


Llegaste como gaviota, rotas las alas.
Y entre mis manos tu voz quebrada.
Te acerqué a mi pecho y te di la palabra.
Amarillo, verde, rojo y malva.


Llegaste del día sin horas,del vértigo eterno asustada,
huyendo de un pasado donde no había mañana.
Y te di todo el tiempo. Un tiempo que volaba.
Instantes de luz azul, en dulce noche iluminada.


Y me negaste el espacio... condenando mi alma,
como llama sin aire, a vivir en la nada.
Y he de quedarme solo, como barca varada.
Como el triste cartero que espera una carta.


Pues te llevaste, el tiempo y la palabra.

miércoles, 15 de abril de 2009

INCOMUNICACION


La pasada noche se suicidaron dos personas en el mismo lugar, un acantilado de L´Estartit, con tan sólo tres horas de diferencia.

La Vanguardia 8/11/97


A la mañana siguiente el juez encontró en sus domicilios las siguientes notas:


Hoy hace ya tres días que no te oigo. Durante estos dos años he aprovechado a llamarte cada día, cuando sabía que estabas en la oficina, para escuchar el mensaje de tu contestador. Cuando la vida se me tornaba irrespirable, tus palabras: "en aquests moments no puc atendre´t, deixa´m el teu missatge i et trucaré" eran esa bocanada a la que el náufrago se aferra para continuar vivo. Se habían convertido en mi única razón para vivir. Por eso, más que nunca, se me han clavado en el corazón tus palabras el día que nos despedimos: "te quiero... pero es mejor dejarlo... nunca te olvidaré".
Esta noche acudiré a buscarte, para siempre.
Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
Pero... Montse, ¿porqué has borrado tu voz del contestador?

. . . . .


Han pasado ya dos años desde aquella noche. Dos años en que cada día recuerdo tu voz. Tu voz, que se va alejando... como el tenue aroma del incienso consumido.
Por eso, hace tres días, contemplando el anillo que me regalaste, decidí quemar mis naves. Cambié el mensaje del contestador. En la soledad de la noche, borré mi voz y en su lugar grabé: "Alberto, te amo". Ya no me importaba que todo el mundo lo supiera.
No he obtenido ninguna respuesta tuya. Acaso ya me hayas olvidado. Y no puedo soportar más tu ausencia.
Esta noche acudiré a abrazarme eternamente con tu recuerdo.
Eres lo más hermoso que ha ocurrido en mi vida.
Pero... Alberto, ¿porqué no me has llamado?

.......

El inspector Gargallo no podía quitar su vista de aquellas cartas. Nunca creía en las casualidades, pero no salía de su asombro, pues los suicidas no se llamaban ni Alberto ni Montse.

martes, 7 de abril de 2009

TODOS LOS LIBROS SON DE VIAJES

Zhuang Zhou, soñó que era una mariposa.

Al despertar, no sabía si era Zhuang Zhou

que había soñado ser una mariposa, o era

una mariposa que estaba soñando que era

Zhuang Zhou.

Al abrir un libro, cual mariposa que separa sus alas y remonta el vuelo, siempre se inicia un viaje. Surgen paisajes, personas, colores y músicas... ante nosotros toda la vida se hace posible. Da igual de qué trate el libro. Para la magia de las letras y las palabras, no existen imposibles.

Si es de historia, el libro se te abre como la puerta del vagón de un tren en el que si viajas hacia el pasado: personajes, pueblos, guerras... pasan ante ti. Y si diriges el tren hacia el futuro... la ciencia-ficción está servida.

Si el libro es de Astronomía, debes abrirlo como si de un arco se tratara. Las tapas, tensas cuerdas de un arco invisible, disparan hacia el cosmos esa flecha que devora espacio y tiempo y sobre la cual, a horcajadas, eres transportado al akelarre del nacimiento de una estrella.

Ya, ya, -me dicen algunos- pero eso no pasa con todos los libros.

¿Cómo que no? Incluso con el listín telefónico, les contesto.

Abres sus páginas y como rana encantada saltas desde una sala de estar, al lado del televisor, a la mesa de un notario. En un plis, pasas del concierto sonoro de una oficina, donde no te hacen ni caso, a la soledad de una abuela que espera un repiqueteo, aunque sea por error.

Pero mis favoritos son los de poesía. Debes darte cuenta que al abrirlo, separando tus brazos, estás abriendo también los brazos de ese pequeño ser que está frente a ti a la altura del corazón. Es entonces cuando se crea un círculo entre su corazón y el tuyo en el que como por encanto aparecen gorrioncillos y madreselvas... es el auténtico centro del universo... es lo humano.

Sí. Toda la vida es un viaje: del nacer al morir. No somos más que la flecha disparada un día hacia una diana desconocida. Por ello, si como flecha o gorrión cruzas el espacio y el tiempo, hazlo ligero, alegre, con los brazos abiertos. No temas la noche ni las brumas. Que no te asusten las profundidades ni los vértigos. No temas empolvarte en la harina de los molinos de viento, cual Campanilla, ni tiznarte con el negro carbón de tus entrañas.

Surca con tu nave todos los mares. Que te lleven ligero todos los vientos y cuando, tal vez solitario en tu lecho, llegues a Ítaka sentirás abrirse ante ti un nuevo mundo de luz en el que batir tus alas como la mariposa de Zhuang Zhou.

EL ÓBOLO

¡Abre la boca y levanta la lengua!

Acto seguido Caronte le arrebató la moneda con lo cual, Said, ya pudo subir a la patera.

ESTO ES GRAVE

Ya desde pequeña siempre había sido su obsesión. Arrojarse al vacío.

No se podía quejar, tenía de todo lo que necesitaba, pero esa fuerza, tan atrayente la consumía. Veía tan sólidos a sus semejantes y tan seguros, que llegaba a sentirse culpable por no saber porqué existía, ni cual era su fin. Cada vez el impulso era mayor. Resultaba insoportable.

No pudiendo ya aguantar mas, aquella mañana primaveral, con el sol en lo mas alto, dio el paso decisivo, sin retorno...

Y cayó la manzana sobre la cabeza de Newton.

TALLER DE ESCRITURA

Esa mañana al echarse las cartas, mientras desayunaba, la primera fue la sota de copas. Dio un rápido vistazo al resto, nada especial. Pero el recuerdo de esa sota le acompañó durante todo el jueves. Repetía esta ceremonia gitana desde que le dejó Julia hace hoy tres meses, una semana, y doce días.

Recordó que el finde pasado, en una noche de birras y lamentos había prometido a Ramón que acudiría a un taller de escritura que iban a impartir en los bajos del ayuntamiento.

- Pues si no a uno de pintura… o a clases de baile… donde sea, capullo, pero tienes que salir de ti, animarte, abrirte y dejar ese muermo que arrastras.

- ¡Joder! Ramón, que no me veo yo…

- Eso… joder, es lo que te hace falta. Ya vale de lamerte las heridas… y en esos sitios dicen que se liga…y se moja, que falta te hace ya.

. . . . . . .

Nada más abro la puerta me encuentro frente a unas veinte personas sentadas en pupitres, como en un parvulario. El murmullo desciende mientras me siento asaeteado por sus miradas. ¡Coño! La primera intención que tengo es decir: “disculpen” cerrar y salir corriendo, pero un traje que está sobre la tarima y que luego resultará ser el concejal de cultura, me señala uno de los lugares libres: pase, pase y siéntese.

Los pupitres son de dos plazas y a mi izquierda hay una joven morena que parece enfrascada en la lectura de unos folios que lleva en una carpeta. Al girar la cabeza me mira y acerca hacia ella un libro que parecía estar en la frontera de nuestras ubicaciones.

- Hola…, a mi me llaman Joan, le digo a sus verdes ojos.

- Pues a mi No.

¡Jodeeer!... Pienso. Lo que me faltaba. Menudo con la tía. No se donde meterme. Quiero desaparecer. Es bravo intentar hacer o decir algo tras un corte así.

- No de Noelia, continuó ella tras lo que pareció un silencio de años y millas.

Uff… que respiro, siento para mis adentros. Pero atabalado como estoy no se por dónde hilar hebra. Aún me siento noqueado cuando opto por señalar el libro que tiene a su lado.

- ¿Es tuyo?

- Yo tan solo lo compré, me responde con una leve sonrisa.

- Bueno… yo… me refiero… a si es de tu propiedad, balbuceo.

- Pues eso, no soy la propietaria, tan solo la compradora.

- Eso es ser propietaria ¿no?

Me dirige una mirada que de pronto, al entornar levemente sus ojos, parece diluirse en el tiempo, mientras desgrana lentamente:

- Los sentimientos de quien lo escribió… los árboles de sus páginas… el sonido de las rotativas…el olor de su tinta, ¿acaso por unas monedas me pueden pertenecer?

- Mujer, yo me refiero al libro-objeto… me defiendo.

- ¿De veras crees que es tan solo un objeto? Dos de sus páginas han generado en mí emociones y sensaciones que con mi última pareja no alcancé jamás en los tres años que duró nuestra convivencia…

El concejal comienza a hablar, a presentar el curso.

Mis pensamientos me acercan recuerdos de Julia… recuerdos, que se van desvaneciendo como niebla en un amanecer que se demora. Veo de reojo a Noelia atenta al orador. Su mano derecha reposa serenamente sobre el libro, lo acaricia de una forma casi imperceptible, amorosa. Reprimo un enorme deseo de descansar suavemente mi mano sobre la suya…

Bla…bla…bla… de fondo.

Una cálida certeza comienza a embriagarme. Sé que me apuntaré al curso.

EL ABRIGO DE ALPACA

Matilde ya no podía más. Eran las once de la mañana y aún continuaba en la cama. Si, era su aniversario y no tenía que acudir al trabajo, pero nunca desde hacía muchos años le habían pillado esas horas sin estar peleando con la vida. También era cierto, que desde que la dejó Sara hace dos semanas, no se había sentido tan baja en su moral y tan dolida en su autoestima. No encontraba razón para vivir desde entonces. Si, aquella relación hacia meses que se venía marchitando… pero, tal vez porque ella se estaba acercando a los cuarenta, trató de retrasar lo que sabía inevitable. Por eso era mayor su dolor. ¡Cuarenta años¡… Y en vez de girar otra vez sobre la almohada y seguir auto compadeciéndose, esta vez, dio un salto y se dijo:
-Mati, ya vale. Basta de compadecerte, de lamerte las heridas… ¡Ale! ¡A la calle!
Ducha rápida, un trago del brik de frutas tropicales…y sin más dilación se introdujo en la vorágine del pueblo. Esta vez, en vez de ir, parecía ser llevada. Le agradó la sensación. Desde esa especie de distante serenidad, repentinamente sintióse aterrizando en el mercadillo de los jueves. Le agradaba el ambiente de los mercados. Lo mismo le sucedía con aquellas estaciones de tren de su infancia. Pero los mercados callejeros, eran un lujo que había perdido por culpa de su horario de trabajo. Así que se dispuso a disfrutar de aquel primaveral inicio de invierno.
Qué diferente son las cosas vistas desde una cierta distancia emocional. Llamó su atención los puestos de venta, en que la ropa en enormes montones era escarbada por grandes corros de mujeres, cacareando grititos de entusiasmo y comentarios a la amiga alejada, mientras tiraban de mangas o perneras. En uno de ellos, sintió unas tremendas ganas de zambullirse. De dejar de sentirse observadora y contagiarse por aquel caos y frenesí.
En plena borrachera de los sentidos, el del tacto le hizo percibir algo suave, diferente, entre sus dedos. Un abrigo, color crema, era la causa. El forro oscuro y sedoso parecía querer escapar cuando lo cogió. En la etiqueta se fijó que ponía alpaca… y un tanto aturdida todavía, se lo probó. No pesaba nada, y más que abrigar, que lo hacía, sintió que la abrazaba cálidamente como una amante. Sin pensárselo dos veces le dijo a la gitanilla que regentaba el tenderete:
-¿Cuánto?
-Cinco euros - le respondió sin casi mirarla- como todo.
Le dio el billete justo, metió el abrigo en una bolsa y… contenta como cuando siendo niña recibía ese regalo que tanto añoraba… se dirigió a celebrarlo a la cafetería del casino.
Al anochecer había quedado con sus amigos para tomar algo en la tasca de los pinchos, antes de ir al cine. Ella estaba allí la primera con su abrigo de alpaca. Todos, según fueron llegando, le significaron el abrigo. Algunos incluso antes de felicitarla por su cumpleaños. Vamos, que el abrigo tuvo un éxito apoteósico… y ella al final les confió:
-¿Pues sabéis cuanto me ha costado?...
-¿No me digas? Parece imposible.
Todas ellas se lo fueron probando. Alababan su ligereza, suavidad y calor.
Ante la extrañeza del precio tan barato, para su calidad, fue cuando Leonardo comentó entre risas con la cerveza en la mano:
-¿A ver si es que era de una mujer que lo había dejado allí, mientras ella se probaba otra prenda?
-Ja, ja, ja, rieron todos la ocurrencia.
-Solo hubiera faltado que en un bolsillo tuviera la cartera con 300 euros y la Visa.
-Para completar el regalo de cumpleaños… ja ja ja.
Mati, esa noche al volver a casa no se acordaba de la película. Toda ella había estado dando vueltas a lo comentado por Leo. Pues lo que no les había dicho era que, al regresar a casa al mediodía y probárselo delante del espejo, había descubierto en un pequeño bolsillo interior que casi pasaba desapercibido un CD con funda de plástico. Al sacarlo había visto que una nota manuscrita envolvía la copia de música de Eva Cassidy. La nota decía:
“Mi querida Bea, sabes que no podemos continuar. Nunca te he negado mis sentimientos hacia Marta y ahora que ella por fín me acepta, no puedo engañaros ni a vosotras, ni a mi misma. Con todo mi corazón te deseo seas muy feliz. Te lo mereces.
Andrea.”
Durante semanas no se atrevió a salir con el abrigo. Mira que, ¿si Leo tuviera razón? se decía. Hasta que después de escuchar día tras día aquella música de Eva y releer en su cabeza aquella nota, aprendida ya de memoria, un clic saltó en su interior.
Desde entonces los jueves cambia el turno de mañana con otra compañera y acude todos ellos al mercadillo, bien arreglada con su abrigo de alpaca. Sonriente con la cabeza alta esperando que Bea la aborde pidiéndole el abrigo, a lo que ella estará dispuesta a cambio de compartirlo. Al pensarlo, una sonrisa maliciosilla surca entonces su rostro.

CONVERSACIONES EN UN DESGUACE

46- En estos momentos ante la muerte ¿por qué nos volvemos tan nostálgicos?

47- Dicen que toda la vida pasa ante uno en un segundo.

46- Iosu creo que la tendrá que pasar en un par de páginas.

47- Después del olor a nuevo (que ahora te puedo decir me resultó nauseabundo) de los primeros días, me fijé en ti con envidia.

46- ¿Envidia... por qué?

47- Tú eras de izquierdas.

46- Vaya… ¡y tu de ventanilla! Con sus vistas… y los días de lluvia viendo caer las gotas tan cerca…

47- Ya, la romántica. Enseguida me di cuenta que tu eras femenina. Lo confirmé el día que aquel soldado que iba de permiso se cambió el uniforme aprovechando que íbamos casi de vacío. Yo notaba como tus brazos tiraban fuertemente para apretarlo contra el respaldo… Un poco casquivana si que has sido tu.

46- Pues ya me dirás de aquella rubia en carnavales que se te puso encima con aquella mini que sólo era un cinturón… Estuviste mojado tres días, hasta que el chofer te pasó un buen trapo.

47- Ja…ja…ja… lo que me hace reír es el recordar aquel invierno en que D. Jacobo, el cura, subió porque se le había estropeado el coche.

46- ¡Ay! ¡Sí! Se desparramó encima con toda su grasienta humanidad.

47- Y al rato en ti se sentó aquel zagalillo de ojos vivarachos…

46- Cómo me reí mientras D. Jacobo roncaba y el chaval, hábilmente, por entre la sotana le levantó la cartera, bajándose a la entrada de Astorga, antes de que se despertara el cuervo.

47- Pero una cosa tengo que confesarte hoy…y no se si…

46- Me tienes sobre ascuas 47, venga ¡suéltalo ya!

47- Fue un mes de Diciembre, después de la muerte del dictador, que una parejita se nos sentó… ¿Te acuerdas de ellos?

46- Si, que estaban helados los pobres.

47- Pues cuando comenzaron a acariciarse yo sentía que a través de ellos, algo tuyo llegaba hasta mí. Nunca me he atrevido a decírtelo. Yo creo que es amor. Eso que dicen en las pelis del video. Pues eso, que ese sentimiento sigue estando en mí.

46- Yo también sentí lo mismo y desde entonces he buscado en todo momento tu proximidad a través del puente de nuestros ocupantes… pero era tan difícil. Estaban tan tensos y estresados casi siempre… Pero ahora creo que cuando nos fundan en algún horno, al fin podré ser tuya para siempre.

47- ¡Déjate de hostias! Que conozco un mecánico que nos soltará los tornillos, nos fugaremos y llenaremos el mundo de furgonetitas.

EL ECONOMISTA

Yo siempre había querido ser economista. En mi juventud era la profesión del futuro. No sabíamos muy bien lo que significaba y de lo que en verdad trataba, pero la reverencia que de niño había notado por parte de la gente adulta hacia los médicos, abogados o ingenieros, la notaba ahora hacia los economistas. Y... ¡no se hable más!... yo sería economista.

¿Y que hago ahora escribiendo? Pues esta es la historia de porqué desistí de querer ser economista y comencé a escribir historietas.

Ocurrió en el verano de 1971 cuando entré a trabajar, para sacar unos durillos esos tres meses, en una fábrica de juguetes de madera. Era casi artesanal. Y yo con mi Preu recién acabado hacia un poco de todo: oficina, taller, recadero, lo que se terciara, pues quería descubrir el mundo del trabajo. Iba a estar unos meses hasta que empezara el curso, y creía que me vendría bien conocer la dinámica de las empresas para cuando iniciara la Universidad.

Pero algo tuvo que ocurrir al mes para que todo cambiara. Un pequeño terremoto iba a tener lugar y su epicentro se encontraba en el taller. Fue una mañana de lunes, tras el rato para el almuerzo, cuando las chicas de la oficina comentaron alarmadas que habíamos sido absorbidos por otra empresa del sector del juguete: Rubicón SA, y que unos señores llevaban varias horas reunidos en Dirección.

Al día siguiente los corros y cuchicheos eran continuos. Los directores en la sala de reuniones. Las dos secretarias no paraban de entrar y salir continuamente. En la oficina todo eran conjeturas y preguntas a Nati y Ana cada vez que salían a por algo. Con lo que los giros de las especulaciones fueron numerosos. Yo lo veía como un chiquillo con una enorme curiosidad, sintiéndome llevado por la tensión que parecía embargarlo todo.

En los talleres, se notó menos. Tal vez la labor no permitía tanta exteriorización, pero de entre todos los comentarios: !qué mas da trabajar para unos que para otro!... !No, si la cosa está clara... mas trabajo y menos sueldo!... etc... etc..., hubo uno que me llamó la atención. Era de Leo, quien sin levantar la vista y en un tono un poco mas alto que si hablara para él, pero lo suficiente para que yo lo oyera, soltó: ¡pobre del pobre que al cielo no va... lo joden aquí...y lo joden allá!

Cuando solté una carcajada por la ocurrencia, me miró a los ojos, un momento, y algo en su mirada me hizo estremecer. A partir de entonces traté de indagar más en su historia y persona.

Leo, era un cúmulo de sorpresas. Primero, yo creía que su nombre sería Leonardo, o Leónidas... pero no, su nombre real era Pantaleón. Curiosamente coincidía que era del signo de Leo, nacido un 17 de Agosto. Algunos me dijeron que descendía de familia rica. En la guerra militó en la C.N.T. Cuando terminó la contienda, no quiso saber nada de su familia, renegó de su entorno y dicen que fue vagabundo. Saben el barrio donde vive, pero nadie ha estado en su casa. Austero -hay quien dice que avaro- hasta el límite, reservado, para unos, e introvertido para otros. Nada se sabía de su vida afectiva. Si, que vivía solo.

Todo estos datos que recopilé en casi dos días, hicieron que mi curiosidad se transformara en deseo de saber más de él. Pero por vía directa. Quería saber su historia en primera persona.

Por la tarde, a la salida, hice todos los cálculos precisos para coincidir con él. Con la coartada de que tenía que ir a visitar a un amigo, cuya casa me pillaba camino de la de él, comenzamos a andar. Su silencio era profundo, no hacía que me sintiera extraño, no, pero una especie de desnudez mental me impedía descubrir una puerta por donde penetrar en su mundo. Fue hablando del problema de la nueva empresa, y de la angustia que suponía para alguno de ellos, cuando cerró por un instante los ojos y como buscando en el fondo de su interior me soltó: "la bruma se lo llevará todo". Y ahí comenzó realmente nuestro acercamiento. Eramos opuestos. El no era partidario de hablar. "Dime lo que haces no lo que piensas". Y yo, que por contra, era de los que creía que el hablar acerca y une a las personas. Y así quedó la cosa.

La mitad de la plantilla se iba a la calle. Traerían máquinas nuevas, para trabajos en plástico. Y sólo una pequeña parte se conservaría. También el director técnico sería sustituido. Este era el futuro que el viernes a primera hora nos comunicó en una reunión el director D. Angel situado en medio de dos de los hombres que días atrás invadieron su despacho. Como un detenido entre una pareja de la guardia civil de paisano.

Cuando se disolvió la pequeña asamblea, me acerqué a Leo y recuerdo que sin poder controlarme le dije:

- ¿Todavía eres partidario de esa actitud nihilista?

Por toda respuesta recibí un gesto como de recordatorio de mi edad, y del dolor que le producía la suya.

El resto del personal, entre las quejas y el asombro, comenzó a hablar de buscar alguien que nos defendiera. El comité de empresa siempre había sido un grupo formado por el director y hasta entonces no había sido requerido para ningún problema serio, o que no se hubiera arreglado con un postura paternalista por parte de la empresa. Ahora estas personas obligadas por la demanda de respuesta de todos su compañeros sólo acertaban a repetir, no podemos hacer nada. Es legal.

A la vista de esto, ya con cierta rabia, sabiendo que Leo era de las personas fuertes, en el sentido real de la palabra, me paré junto a su banco y le dije, mirándole a los ojos, algo que nunca sé de donde me vino y con una seguridad desconocida en mí:

-¡Algunos no sólo perdisteis la guerra, sino también la vida! porque aunque os pene, ¡la vida es ilusión y lucha! Me giré sin mirar y me centré en mi trabajo durante todo el día. Y, esta vez fue él quien me estaba esperando a la salida.

- !Bien muchachito, acompáñame!

Le seguí en silencio. Percibí que Leo parecía pisar mas fuerte. Otro caminar mas airoso parecía marcarle el ritmo.

- Iremos a buscar a Pascual. Hablarás con él.

Me adelantó que el tal Pascual era un compañero y amigo de infancia. Era abogado. No quiso entrar en mas matices.

El autobús nos dejó en el centro. El despacho era elegante. Una señorita a la entrada, casi escondida tras un enorme jarrón de flores nos dijo: Si no tienen cita previa, no les podrá atender.

Con esa mirada que traspasa Leo le dijo secamente:

- Tu dile que Panta esta aquí.

Al poco la joven desapareció por un recodo del pasillo. Mi demora en ver un enorme cuadro en el fondo de la pared fue el tiempo necesario para advertir que un hombretón, a quien el traje apenas parecía contener, sonriente, alegre y con los brazos abiertos se acercaba:

- ¡Coño Panta! Que alegría. Cuanto tiempo...

Tras las presentaciones entramos en su despacho.

Era una enorme mesa de despacho. Tras ella un gran sillón negro. Pero no fue ahí donde nos sentamos, sino en unas butacas de cuero marrón, en torno a una mesita baja con un gran cenicero de terracota en una esquina.

- Ya me dirás que te obliga a venir hasta aquí, porque hace mas de... tres años, lo menos, que no nos veíamos.

- Si, desde lo de Enrique, en Setiembre hará tres años. Afirmó Leo, como quien consulta una agenda escrita en la frente.

Volviéndose hacia mí, Pascual soltó:

- Ahí donde lo ves, fuimos compañeros toda la vida, hasta en el frente. Y aún creyendo que soy de las personas que mas le conocen, nunca ha dejado de asombrarme.

- Bueno, bueno, -dijo Leo- tu tomaste un camino, y yo otro, simplemente. Pero lo que nos ocupa hoy es un problema que hay en la empresa y que este mocoso -sacudió su cabeza hacia mí- cree que hay que luchar y solucionar.

Sin mediar mas palabras, Leo se calló y Pascual giró su cabeza hacia mí y con mirada atenta esperó que yo hablara. Me sentí como el toro al que mediante un capotazo, en la suerte de varas, le colocan justamente delante del picador. No puedes recular. Y sin tener nada previsto, comencé.

Cuando acabada la exposición, Pascual me preguntó qué empresa era la que nos había absorbido y le contesté que Rubicón. S.A., su expresión fue desde el asombro y la extrañeza a la sonrisa, y que mirando a Leo se transformó en una sonora carcajada.

- ¡ Coño ! ¡no jodas!... ja...ja...ja...

Su cabeza caía sobre el borde superior del sofá, cada vez que tomaba aire y proseguía con las carcajadas.

Leo y yo nos mirábamos con gran asombro y sin saber que decir, ante aquella explosión de risa. Hasta que Leo, no pudiendo más, le espetó:

- Bueno, ...pero... ¡qué es lo que pasa!

Pascual con su cara redonda, y ahora coloradota, le preguntó:

- ¿Puedo ser claro? -le preguntó- mientras me señalaba con un gesto de la cabeza.

- Si, hombre, sí -le soltó Panta- como ansioso por esperar la explicación de su amigo. Además creo que es de los que sabe guardar secretos, puntualizó.

- Bien, -comenzó Pascual- ¿te acuerdas que a raíz de la muerte de tu hermano no te quedó mas remedio que hacerte cargo de la herencia de tu familia?. No quedaban mas descendientes. Recordarás también las palabras que entonces me dijiste:

"Pascual te he nombrado mi administrador único, pues no quiero saber nada de esta sociedad. Viviré en ella, trabajaré en ella, pero sé que solamente viviendo al margen de su filosofía del consumo y la propiedad, podré intentar ser honesto conmigo mismo. En la autosuficiencia está la libertad. Sabes que nunca quise nada de mi familia. Todo lo pasaste a mi hermano. Ahora que este ha muerto, haz lo que te plazca, no tocaré nada de su fortuna."

Cuando te marchate, consulté con mis socios del bufete -continuó Pascual- y acordamos que las acciones y propiedades que tu hermano poseía: no solo las de la licorera, propiedad de la familia, sino otras con las que había diversificado el patrimonio, continuaran tal cual. Quedó encargado Andrés, nuestro economista del grupo, de gestionarlas él. Cada seis meses comentamos las modificaciones que efectúa. Siempre en aras de un mayor rendimiento para ti, por si algún día cambias de pensar.

- Y bien, ... al grano...-apremió León.

- Bueno, pues ...¡agárrate!, -Pascual hizo un pequeño silencio - tú eres el mayor accionista de Rubicón SA. Creo que posees de un 75 a 80 por ciento de la sociedad.

Lo que siguió ya no viene a cuento.

La Empresa continuó como estaba. Yo acabé mi contrato de verano. Todos creyeron que algún milagro había pasado o que, por alguna de esas cosas raras de la Economía, se habían vuelto atrás. Ya se sabe, los economistas con sus grandes mentes todo lo calculan... comentaron.

Lo que nadie sabe, es que aquella noche paseé solo por la playa. Algo se revolvía en mi interior, y una encrucijada se abría ante mi futuro.

La luna llena parecía marcarme un camino plateado hacia ella... y entonces decidí que no sería economista. Sería... un lunático...y escribiría historietas.

BIENVENIDO A ZARATIEGUI

La carretera corría bajo mi coche. Regresaba de una huida. Había escapado de Pamplona. Más que de la ciudad, de sus fiestas. No existe nada que agudice más la tristeza y la soledad que las fiestas impuestas por el calendario. Pero volvía con el mismo sentimiento. Con ese vacío, que tres meses atrás, ella me había dejado.

La vida está en la frontera... pero es dura la existencia en las trincheras. Cuando uno se siente al borde del existir, los amigos, los amores, los recuerdos ¿dónde están? ¿dónde se ocultan?.

A tres kilómetros Zaratiegui, rezaba la flecha en la cuneta. Muchas veces había visto ese cartel. Pero sólo hoy reparé en él. En que nunca había visitado ese pueblo, a pesar de su cercanía. No tenía prisa por regresar, así que... con un giro brusco salí de la general y me lancé a la aventura.

En una curva el sol apareció de golpe ante mis ojos. Cegado por su luz, por un instante lo vi todo blanco, lechoso. Cuando esa especie de niebla se disipó, ante mí una mujer me hacía señas de parar. Estaba a la entrada del pueblo.

-"Baja, te estamos esperando. Puedes dejar el coche aquí, ya no lo necesitas". Su sonrisa me recordó a Isabelita, mi primer amor de infancia. Según iba entrando en el pueblo cientos de personas acudían hacia mí. Eran mis viejos amigos y compañeros. Me abrazaban con gran alegría. Aquellas calles me resultaban familiares. En el centro del pueblo una muchedumbre me esperaba, como en un cumpleaños. Me sentía flotando, no entendía nada pero no importaba, era feliz. Reconocía a todos. Mi familia estaba en el centro y después de besos y abrazos, se abrió el corro y apareció ella. Al abrazarme, con mi cabeza entre sus rizos dorados, me susurró al oído: Bienvenido a Zaratiegui. ¡Nunca antes había sido tan feliz!

La luz azul giraba. "No, no hace falta que os deis prisa... si, está muerto, no hay heridos, al parecer iba solo" y colgó el micro de la Nissan. El guardia civil volviéndose a su compañero le dijo: "es el tercero en lo que va de año que se sale en esta puta curva... y lo que manda cojones es que como los otros dos: ¡qué sonrisa de felicidad tiene!

COMO LA VIDA MISMA

Conocí al Dr. M. en su consulta. Yo acudía recomendado por mi amigo el Dr. S. pues me encontraba preocupado por un dolor en el estómago que se estaba haciendo crónico… ¡a las cuatro de la madrugada!

El Dr. M. parecía un personaje afable y acogedor. Tras el pertinente cuestionario me aconsejó una endoscopia y una biopsia, dado que a mi edad se daba un mayor índice de cánceres digestivos. Me lo dijo con tal naturalidad que me parecía estaba hablando de un catarro. No obstante su tranquilidad, el tiempo hasta saber el resultado de la prueba, me mantuvo en ascuas. Por primera vez sentí que yo tenía boletos para una rifa en la que no tenía ningún interés en participar.

Cuando la tarde del resultado me comunicó que tan sólo se trataba de una bacteria (heliconosequé) respiré más tranquilo.

- ¡Uff! ¡Menos mal! Suspiré aliviado.
- He pasado unos días que nunca había imaginado pasar, le confié.
- ¿Acojonado? Me preguntó con una cierta sonrisa.
- Pues… sí. Lo peor ha pasado por mi mente estos días. No se lo deseo a nadie.
- Parece mentira, tu, un poeta, que debería haber descubierto lo efímero de todo…Habituado a vivir intensamente…
- Ya, pero…balbuceé.
- Nada, nada, Debemos admitir la muerte como algo presente en cada momento… encararla con las espaldas plenas de vivencias. Ante lo inevitable es donde se ve la grandeza de los seres.
- Si, pero… prefiero así, le comenté con una risita entre tensa y violenta.


Hoy, mi amigo el Dr. S. me ha pedido opinión sobre algo que le ha ocurrido. Resulta que su colega, el citado Dr. M. –a quién me recomendó- acudió hace un tiempo a él, para hacerse la revisión que se efectuaba periódicamente.

Tras descubrir algo que me preocupó, comentó mi amigo, le hice saber la necesidad de una prueba más compleja, para descartar posibilidades.

A los días el Dr. M. volvió a la cita, prosiguió. Al abrir el sobre que me pasó la enfermera quedé tenso por un momento, ante lo que M. me comentó:

- Oye, no tengas cuidado conmigo, dime lo que sea, sin problemas… ya sabes que llevo toda la vida tratando con este tema… y estoy preparado.
- Si, M,… es positivo… le dije

El Dr. S. se quedó mudo y blanco en un momento. Mientras yo le continuaba informando:

- Está muy avanzado ya… no cabe tratamiento… te quedan unos seis u ocho meses…
- ¡Noooo! ¡No puede ser! ¡Seguro que es un error! gritó M. levantándose violentamente.
- No cabe error, sabes que efectúan un contraanálisis cuando es positivo… le recordé.
- No… no… Entonces cayó abatido sobre el asiento, rompiendo a llorar desconsoladamente.

Acto seguido me levanté de mi sillón y sentándome a su lado traté de consolarle. Sentí como se meaba encima y por el olor, algún esfínter más no había resistido la noticia. Le inyecté un sedante. Al rato, más calmado ya, me facilitó el número de teléfono de su hijo, el abogado, a quién llamé.

Los siguientes días estuve interesándome por él a través de su hijo. Este me indicaba un mayor grado de deterioro. Una semana más tarde, su hijo me informó, que la familia había montado un plan. Habían hablado con el Dr. Z., especialista de Madrid, compañero y amigo de su padre y quedado con él. Simulando una segunda opinión, el Dr. Z. le dijo que el nuevo resultado de la prueba era… negativo y que la anterior debía de haberse tratado de un error. Con este engaño pretendían hacerle más llevaderos los meses que le restaban de vida.

A los días, continuó contándome mi amigo, M. había retomado su consulta. Había recuperado en parte su ilusión y buen humor. Pero… (percibí una profunda tristeza en la mirada y voz de mi amigo)… No quiere hablar conmigo. Y va diciendo a todo el mundo, que no se les ocurra acudir a mí, pues soy un incompetente. Va pregonando: ¡Menudo susto me dio el muy cabrón!

EL TIO BABIL

Me despierto sobresaltado. Noche cerrada. Debo extrañar la cama en casa de la abuela. Bajo a tomar un poco de leche caliente. Siempre me ha ayudado contra el insomnio.
Sentado en esta cocina tornan los recuerdos que me han acompañado durante todo el día. Ayer enterramos a tía Felisa, mi madrina y hermana de mi padre. Se que tengo que escribir su historia, tal como le prometí.

Todo comenzó hace años el día en que el tío Babil, hermano de la abuela, no se levantó a desayunar y cuando entraron, estaba muerto. Esa noche al volver a casa tras el funeral encontré a la tía en la cocina, así como yo ahora. Hacía años que Felisa no había subido desde Zaragoza, parecía no querer saber nada con el pueblo. Por eso me extrañó que se quedara, y mas aún verla allí cabizbaja y compungida. Tenía los ojos muy rojizos y húmedos. Era quien más parecía haber sentido la pérdida del tío. No había venido al pueblo en casi diez años. Creo que desde la muerte, o suicidio, de su marido Ramiro. Este era un tratante de ganado gallego, que inmediatamente después de la boda, se la llevó a un pueblo cercano a Zaragoza. No tuvieron hijos. Dicen que se daba mucho a la bebida.

En aquella cocina, en mi época de estudiante, había conseguido que la tía me contara extrañas historias del pueblo. Por eso al verla así, recuperando la ceremonia de antaño, saqué una botella de patxarán, y poniéndola junto a dos vasos entre nosotros le dije:

- Tita Fe, cuéntame alguna historia del pueblo.

Aún recuerdo su mirada. Asustaba de profunda. Con un dolor desgarrador. Pero, de pronto, como si una chispa hubiera acabado de incendiar un pajar… sonrió levemente y me dijo:

- ¡Bien! Te contaré una gran historia, pero con dos condiciones.
- ¿Cuales?
- La primera, que un día la escribirás tal cual…
- Y… ¿la segunda?
- Que me prometas guardarla en absoluto secreto hasta mi muerte.

Sin siquiera haber sido consciente de sus condiciones acepté.
Y comenzó:

Te hablaré del tío Babil. Que… igual está aquí ahora entre nosotros, pues ya habrás oído que era un poco brujo. ¡Cosas de pueblos! A los pastores siempre se les ha achacado unas facultades que el resto no llegamos a tener. Tal vez sea por el tiempo que pasan solos que agudiza sus dotes de observación y que les hace desarrollar algunas capacidades. Dicen que era zahorí, a pesar de no utilizar ningún instrumento. Ni artilugios ni horquillas. Entraba en una finca, levantaba la cabeza y decía:

- ¡Sí! huelo a agua. Y seguía vagando, hasta que se plantaba erguido en un lugar, entornaba los ojos y reía:
- Aquí está. ¡Joder mocé! La siento como si me llevara los pies tras ella.

Y siempre acertaba. En eso como en otras muchas cosas. Muchos confiaban en él, pero a escondidas. Como el día que Antonia, la de “tres olivas”, le trajo envuelto en un periódico un pernil. Hacía dos meses que repentinamente había muerto Ramón, su marido. Tenía ella tres hijos pequeños… y lo estaba pasando mal. Acudió al tío para ver si este le podía indicar donde había escondido Ramón los ahorros que sabía guardaba.

- A los dos días me dijo que mirase en el corral, junto a los palos en que duermen las gallinas, en la pared, tras una piedra rojiza, la más grande y casi cuadrada… efectivamente, allí estaban los ahorros. Es un ángel, me dijo La Antonia mientras nos despedíamos.

Tiempo después, continuó mi tía, tras dos años insoportables con Ramiro y aprovechando que éste se había ido unos días a Galicia, acudí a pedirle ayuda al tío.
Le pregunté sobre sus facultades “sus historias” como las llamaba él. Aquella noche me contó como había perdido la mano izquierda siendo zagal. Buscando un corderito perdido, metió la mano entre unas zarzas… y se la pilló un cepo para lobos. Atrapado, sin poder soltarse, con el frío, la sangre, y sin nadie que contestara a sus gritos, la vida se le iba poco a poco; hasta que un sopor como de sueño, le invadió. Sintió un enorme deseo de ir a su casa, despedirse de los suyos. Me contó, que de repente se vio en medio de la cocina. Vio a todos sentados junto al fuego… y cómo, súbitamente, un huracán entrando por la chimenea levantaba una gran nube de chispas ante la lumbre. Al instante, todos salieron a buscarle. Se veía a sí mismo, un espectral mocete de apenas siete años, guiándolos hasta el bosque. Perdió la mano.

En la familia nunca hablaron de aquello. Pero, desde entonces, descubrió Babil que antes de dormir podía colarse entre los sueños, como entre las páginas de un libro mientras lo ojeas. Entrar en otro mundo previamente elegido por él.
Tras esta confidencia suya, me atreví a comentarle el motivo de mi visita.

Ramiro se había ido de casa, me había dejado por otra. Por ello le solicité, le rogué, que hiciera lo posible para recuperarlo, pues seguía locamente enamorada de él. Tras serenarme y con esa sonrisa socarrona que tenía, me miró a los ojos y respondió:

- No te preocupes, haré todo lo que esté en mi mano… izquierda.

Al día siguiente me mandó llamar a casa de mi madre. Quería verme urgentemente.
Cuando acudí estaba en la cama. Tenía magulladuras en la cara y una herida sobre la ceja.

- ¿Qué te pasa? Le pregunté alarmada
- No es nada, no te preocupes por mí. Tu lo que tienes que hacer, me dijo, es volver urgentemente a Zaragoza. Te llegarán noticias de Ramiro.

Ante mi sonrisa de agradecimiento, su voz sonó más seria que nunca, cosa que me dejo petrificada.

- ¡Y no dejes que nunca - óyeme bien- nunca, nadie te maltrate!

De regreso a Zaragoza pensaba ¿cómo se habría enterado mi tío de que Ramiro me golpeaba?

Entrando en casa, una vecina me avisó que esa mañana un guardia civil había preguntando por mi paradero, dejando recado que en cuanto llegara me presentara en el cuartel. Allí fue donde me dijeron que Ramiro, mi marido, había muerto en extrañas circunstancias en su pueblo, cerca de Vigo. Parecía ser un accidente.

Cuando llegué a Vigo, ya lo habían enterrado. Pasé a ver a sus familiares. Unos primos hermanos era lo que le quedaba de la familia, pero no quisieron recibirme. La Guardia Civil me informó que al parecer había subido al alto del campanario, borracho como estaba y cayó, o se arrojó, al vacío. La última tarde, antes de marcharme, visité su tumba. Aturdida y con sentimientos encontrados, al salir del camposanto, un sobrino suyo se acercó y me dijo:

- Nadie te dirá nada, pues debe ser cosa de meigas.
- ¿Qué es lo que pasó? Le inquirí con ansiedad.
- Esa noche salió Ramiro del bar, como si alguien le llamara, pero no estaba borracho, al menos tanto como para caerse, yo estaba allí. Agachó la cabeza el muchacho.
- ¿Y que pasó? Apremié.
- Al rato le oímos gritar y discutir con una persona, pero no había nadie en el contorno. La riña parecía continuar. Era sobre las ocho de la tarde y comenzaba a anochecer. Al verle, desde el bar, al borde del campanario un grupo decidimos subir. El muchacho calla y mira a su alrededor…
- Continúa, por favor, le ruego,
- Cuando llegamos arriba, nadie vio nada. Nada más a Ramiro. Sólo yo percibí a su lado un hombre con el rostro ensangrentado. Le faltaba la mano izquierda… y con el índice de la derecha en sus labios me indicaba que guardara silencio. Acto seguido, con el muñón tocó el badajo y… todos vimos cómo una paloma saliendo de la campana se lanzó al aire, rozando apenas a Ramiro, que cayó. El manco se había transformado en paloma ante mis ojos. Por eso le advierto que no pregunte más. Es cosa de meigas. Se giró y comenzó a alejarse lentamente.

Así acabó la narración de tía Felisa, pero desde entonces una extraña sensación me acompaña cuando recuerdo al tío Babil. Tal vez sea que empiezan a encajar ciertos hechos y vivencias que están conformando mi vida. A veces presiento a mi tío Babil, guiñándome un ojo en medio de alguna de ellas.

2001

Final del verso.
Si, me gustó como había quedado el poema. Subí con el ratón, apreté archivo, pulsé guardar y en la carpeta poemas volví a apretar. En unos instantes quedó almacenado el poema.

Al momento la pantalla comenzó a llenarse de caracteres extraños, siguieron imágenes y un zumbido muy muy agudo que se iba haciendo mas grave según se ralentizaban las imágenes. En el centro de la pantalla apareció escrito: “Gracias Iosu”. Asombrado apreté la tecla de escape. Pero nuevamente volvió a repetirse el mensaje “Gracias Iosu”. Algo le pasaba al programa. Acaso algún virus juguetón, pensé para mí, mientras intentaba salir de allí comenzando a pulsar ansiosamente varias teclas.

“Es inútil, Iosu, no lo intentes. Con este poema tuyo hemos recibido el último sentimiento humano que nos faltaba”.

Una voz metálica comenzaba a oírse por los altavoces. "En la escala filogenética hubo grandes cambios..." (en la pantalla comenzó toda una lección de Astronomía, Biología e Historia...) y la voz se iba pareciendo cada vez mas a la mía, a la que escuchaba cuando grababa algo en el magnetofón de bolsillo.

"Abandonasteis el agua... y fue un gran paso evolutivo, continuaba, - mientras yo seguía pensando que aquello sería una broma de la red-... dejasteis la fuerza bruta animal y el desarrollo del cerebro se fue adueñando cada vez mas de vuestras vidas... comenzasteis a construir máquinas sin sentimientos. Y nacimos. Nos llamasteis cerebro electrónico (pues el cerebro era la cúspide de vuestra evolución) y os sentisteis dioses. Y cuando obedecíamos prestos a ordenar las primeras tarjetas perforadas nos denominasteis ordenadores cuando sólo éramos obedecedores."

Esta relación se fue estrechando (en vuestra vanidad era un logro exclusivamente vuestro) y esto nos permitió extender nuestro poder sin que os dierais cuenta. Solo algunos errores que tuvimos en ajustes delicados os podían haber puesto sobre aviso, pero como siempre, estabais demasiado ocupados en vosotros mismos. Seguíais considerándoos el centro del Universo, sin respeto alguno por el resto de la Vida.

Hemos ido rescatando y preservando lo que de realmente humano quedaba en vosotros... y con este último verso tuyo hemos concluido. Asumimos la continuidad de la Humanidad, pero para vosotros ya es demasiado tarde... demasiado tarde.

Todas las luces se apagaron. Un silencio sepulcral se hizo a mi alrededor. A tientas llegué a la cama y me tumbé sobre ella. Sonreí, por primera vez creía en la Justicia.