PRECAUCION: LETRAS

PRECAUCION: LETRAS
la combinación de dos o mas letras, puede tener significado

martes, 7 de abril de 2009

EL ECONOMISTA

Yo siempre había querido ser economista. En mi juventud era la profesión del futuro. No sabíamos muy bien lo que significaba y de lo que en verdad trataba, pero la reverencia que de niño había notado por parte de la gente adulta hacia los médicos, abogados o ingenieros, la notaba ahora hacia los economistas. Y... ¡no se hable más!... yo sería economista.

¿Y que hago ahora escribiendo? Pues esta es la historia de porqué desistí de querer ser economista y comencé a escribir historietas.

Ocurrió en el verano de 1971 cuando entré a trabajar, para sacar unos durillos esos tres meses, en una fábrica de juguetes de madera. Era casi artesanal. Y yo con mi Preu recién acabado hacia un poco de todo: oficina, taller, recadero, lo que se terciara, pues quería descubrir el mundo del trabajo. Iba a estar unos meses hasta que empezara el curso, y creía que me vendría bien conocer la dinámica de las empresas para cuando iniciara la Universidad.

Pero algo tuvo que ocurrir al mes para que todo cambiara. Un pequeño terremoto iba a tener lugar y su epicentro se encontraba en el taller. Fue una mañana de lunes, tras el rato para el almuerzo, cuando las chicas de la oficina comentaron alarmadas que habíamos sido absorbidos por otra empresa del sector del juguete: Rubicón SA, y que unos señores llevaban varias horas reunidos en Dirección.

Al día siguiente los corros y cuchicheos eran continuos. Los directores en la sala de reuniones. Las dos secretarias no paraban de entrar y salir continuamente. En la oficina todo eran conjeturas y preguntas a Nati y Ana cada vez que salían a por algo. Con lo que los giros de las especulaciones fueron numerosos. Yo lo veía como un chiquillo con una enorme curiosidad, sintiéndome llevado por la tensión que parecía embargarlo todo.

En los talleres, se notó menos. Tal vez la labor no permitía tanta exteriorización, pero de entre todos los comentarios: !qué mas da trabajar para unos que para otro!... !No, si la cosa está clara... mas trabajo y menos sueldo!... etc... etc..., hubo uno que me llamó la atención. Era de Leo, quien sin levantar la vista y en un tono un poco mas alto que si hablara para él, pero lo suficiente para que yo lo oyera, soltó: ¡pobre del pobre que al cielo no va... lo joden aquí...y lo joden allá!

Cuando solté una carcajada por la ocurrencia, me miró a los ojos, un momento, y algo en su mirada me hizo estremecer. A partir de entonces traté de indagar más en su historia y persona.

Leo, era un cúmulo de sorpresas. Primero, yo creía que su nombre sería Leonardo, o Leónidas... pero no, su nombre real era Pantaleón. Curiosamente coincidía que era del signo de Leo, nacido un 17 de Agosto. Algunos me dijeron que descendía de familia rica. En la guerra militó en la C.N.T. Cuando terminó la contienda, no quiso saber nada de su familia, renegó de su entorno y dicen que fue vagabundo. Saben el barrio donde vive, pero nadie ha estado en su casa. Austero -hay quien dice que avaro- hasta el límite, reservado, para unos, e introvertido para otros. Nada se sabía de su vida afectiva. Si, que vivía solo.

Todo estos datos que recopilé en casi dos días, hicieron que mi curiosidad se transformara en deseo de saber más de él. Pero por vía directa. Quería saber su historia en primera persona.

Por la tarde, a la salida, hice todos los cálculos precisos para coincidir con él. Con la coartada de que tenía que ir a visitar a un amigo, cuya casa me pillaba camino de la de él, comenzamos a andar. Su silencio era profundo, no hacía que me sintiera extraño, no, pero una especie de desnudez mental me impedía descubrir una puerta por donde penetrar en su mundo. Fue hablando del problema de la nueva empresa, y de la angustia que suponía para alguno de ellos, cuando cerró por un instante los ojos y como buscando en el fondo de su interior me soltó: "la bruma se lo llevará todo". Y ahí comenzó realmente nuestro acercamiento. Eramos opuestos. El no era partidario de hablar. "Dime lo que haces no lo que piensas". Y yo, que por contra, era de los que creía que el hablar acerca y une a las personas. Y así quedó la cosa.

La mitad de la plantilla se iba a la calle. Traerían máquinas nuevas, para trabajos en plástico. Y sólo una pequeña parte se conservaría. También el director técnico sería sustituido. Este era el futuro que el viernes a primera hora nos comunicó en una reunión el director D. Angel situado en medio de dos de los hombres que días atrás invadieron su despacho. Como un detenido entre una pareja de la guardia civil de paisano.

Cuando se disolvió la pequeña asamblea, me acerqué a Leo y recuerdo que sin poder controlarme le dije:

- ¿Todavía eres partidario de esa actitud nihilista?

Por toda respuesta recibí un gesto como de recordatorio de mi edad, y del dolor que le producía la suya.

El resto del personal, entre las quejas y el asombro, comenzó a hablar de buscar alguien que nos defendiera. El comité de empresa siempre había sido un grupo formado por el director y hasta entonces no había sido requerido para ningún problema serio, o que no se hubiera arreglado con un postura paternalista por parte de la empresa. Ahora estas personas obligadas por la demanda de respuesta de todos su compañeros sólo acertaban a repetir, no podemos hacer nada. Es legal.

A la vista de esto, ya con cierta rabia, sabiendo que Leo era de las personas fuertes, en el sentido real de la palabra, me paré junto a su banco y le dije, mirándole a los ojos, algo que nunca sé de donde me vino y con una seguridad desconocida en mí:

-¡Algunos no sólo perdisteis la guerra, sino también la vida! porque aunque os pene, ¡la vida es ilusión y lucha! Me giré sin mirar y me centré en mi trabajo durante todo el día. Y, esta vez fue él quien me estaba esperando a la salida.

- !Bien muchachito, acompáñame!

Le seguí en silencio. Percibí que Leo parecía pisar mas fuerte. Otro caminar mas airoso parecía marcarle el ritmo.

- Iremos a buscar a Pascual. Hablarás con él.

Me adelantó que el tal Pascual era un compañero y amigo de infancia. Era abogado. No quiso entrar en mas matices.

El autobús nos dejó en el centro. El despacho era elegante. Una señorita a la entrada, casi escondida tras un enorme jarrón de flores nos dijo: Si no tienen cita previa, no les podrá atender.

Con esa mirada que traspasa Leo le dijo secamente:

- Tu dile que Panta esta aquí.

Al poco la joven desapareció por un recodo del pasillo. Mi demora en ver un enorme cuadro en el fondo de la pared fue el tiempo necesario para advertir que un hombretón, a quien el traje apenas parecía contener, sonriente, alegre y con los brazos abiertos se acercaba:

- ¡Coño Panta! Que alegría. Cuanto tiempo...

Tras las presentaciones entramos en su despacho.

Era una enorme mesa de despacho. Tras ella un gran sillón negro. Pero no fue ahí donde nos sentamos, sino en unas butacas de cuero marrón, en torno a una mesita baja con un gran cenicero de terracota en una esquina.

- Ya me dirás que te obliga a venir hasta aquí, porque hace mas de... tres años, lo menos, que no nos veíamos.

- Si, desde lo de Enrique, en Setiembre hará tres años. Afirmó Leo, como quien consulta una agenda escrita en la frente.

Volviéndose hacia mí, Pascual soltó:

- Ahí donde lo ves, fuimos compañeros toda la vida, hasta en el frente. Y aún creyendo que soy de las personas que mas le conocen, nunca ha dejado de asombrarme.

- Bueno, bueno, -dijo Leo- tu tomaste un camino, y yo otro, simplemente. Pero lo que nos ocupa hoy es un problema que hay en la empresa y que este mocoso -sacudió su cabeza hacia mí- cree que hay que luchar y solucionar.

Sin mediar mas palabras, Leo se calló y Pascual giró su cabeza hacia mí y con mirada atenta esperó que yo hablara. Me sentí como el toro al que mediante un capotazo, en la suerte de varas, le colocan justamente delante del picador. No puedes recular. Y sin tener nada previsto, comencé.

Cuando acabada la exposición, Pascual me preguntó qué empresa era la que nos había absorbido y le contesté que Rubicón. S.A., su expresión fue desde el asombro y la extrañeza a la sonrisa, y que mirando a Leo se transformó en una sonora carcajada.

- ¡ Coño ! ¡no jodas!... ja...ja...ja...

Su cabeza caía sobre el borde superior del sofá, cada vez que tomaba aire y proseguía con las carcajadas.

Leo y yo nos mirábamos con gran asombro y sin saber que decir, ante aquella explosión de risa. Hasta que Leo, no pudiendo más, le espetó:

- Bueno, ...pero... ¡qué es lo que pasa!

Pascual con su cara redonda, y ahora coloradota, le preguntó:

- ¿Puedo ser claro? -le preguntó- mientras me señalaba con un gesto de la cabeza.

- Si, hombre, sí -le soltó Panta- como ansioso por esperar la explicación de su amigo. Además creo que es de los que sabe guardar secretos, puntualizó.

- Bien, -comenzó Pascual- ¿te acuerdas que a raíz de la muerte de tu hermano no te quedó mas remedio que hacerte cargo de la herencia de tu familia?. No quedaban mas descendientes. Recordarás también las palabras que entonces me dijiste:

"Pascual te he nombrado mi administrador único, pues no quiero saber nada de esta sociedad. Viviré en ella, trabajaré en ella, pero sé que solamente viviendo al margen de su filosofía del consumo y la propiedad, podré intentar ser honesto conmigo mismo. En la autosuficiencia está la libertad. Sabes que nunca quise nada de mi familia. Todo lo pasaste a mi hermano. Ahora que este ha muerto, haz lo que te plazca, no tocaré nada de su fortuna."

Cuando te marchate, consulté con mis socios del bufete -continuó Pascual- y acordamos que las acciones y propiedades que tu hermano poseía: no solo las de la licorera, propiedad de la familia, sino otras con las que había diversificado el patrimonio, continuaran tal cual. Quedó encargado Andrés, nuestro economista del grupo, de gestionarlas él. Cada seis meses comentamos las modificaciones que efectúa. Siempre en aras de un mayor rendimiento para ti, por si algún día cambias de pensar.

- Y bien, ... al grano...-apremió León.

- Bueno, pues ...¡agárrate!, -Pascual hizo un pequeño silencio - tú eres el mayor accionista de Rubicón SA. Creo que posees de un 75 a 80 por ciento de la sociedad.

Lo que siguió ya no viene a cuento.

La Empresa continuó como estaba. Yo acabé mi contrato de verano. Todos creyeron que algún milagro había pasado o que, por alguna de esas cosas raras de la Economía, se habían vuelto atrás. Ya se sabe, los economistas con sus grandes mentes todo lo calculan... comentaron.

Lo que nadie sabe, es que aquella noche paseé solo por la playa. Algo se revolvía en mi interior, y una encrucijada se abría ante mi futuro.

La luna llena parecía marcarme un camino plateado hacia ella... y entonces decidí que no sería economista. Sería... un lunático...y escribiría historietas.

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